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RELATOS

Una pequeña historia de hambre y de emprender


Entre nosotros, la cultura del empleo provoca delirios. Sin empleo, la sensación es que falta el aire, aún ante la abundancia de trabajo. El gran cambio no es percibido: las personas (y también las ciudades) están ahora ante la necesidad de identificar oportunidades y transformarlas en actividades económicas sustentables.
Sin embargo, con pocas y recientes excepciones, el estudio de las oportunidades no forma parte de los currículos escolares, desde la educación infantil hasta los doctorados. Este desarreglo no es solamente de la escuela. Tampoco los “currículos” de aprendizaje en la familia y “callejeros” tocan el tema. El énfasis continúa puesto, en la mayoría de los casos, en el contenido científico y tecnológico, que nunca fue tan indispensable como insuficiente.Por éste y otros motivos preparar personas para el empleo, hoy es deseducar. Es no desarrollar en él el protagonismo, la autoría, inhibiendo su capacidad de inserción autónoma en el trabajo. Esta tesis, hasta por estar en contra de la corriente, origina dudas del siguiente tipo: cómo hacer que comunidades pobres, lejanas de los ejes de la economía, se puedan desarrollar? Cómo una persona con baja o ninguna escolaridad, sin experiencia relevante en el trabajo, sin dinero ni posibilidades de obtenerlo, pueda generar su propio sustento? Esto es posible?. Los excluidos pueden producir su propia auto-sustentación?.
No se trata de eximir al estado de sus responsabilidades. Por lo contrario, ciudadanos y comunidades que asumen la construcción de su sustentabilidad sabrán exigir un poco más.
Hay una historia que está sucediendo en Belo Horizonte, en la Escola Municipal Israel Pinheiro que se encuentra en la favela Alto Vera Cruz, en la clase de la profesora Adriana Moura. Allí los alumnos estudian emprender. La metodología se basa en dos preguntas: ¿Cuál es su sueño? y ¿Qué va a hacer para realizarlo?. Ah! Esta pregunta, por más obvia que sea, no se hace en las escuelas de Brasil y tampoco la hacen los padres en su casa.
De hecho, nadie hace esta pregunta. A lo sumo se escucha; “¿Qué es lo que quieres ser cuando seas grande?”, lo que descalifica al niño como tal, pues considera apenas su potencial de reconsiderase como adulto. Por qué? Porque en nuestra cultura los sueños vienen en las revistas. Y también porque una sociedad formada por personas que sueñen libremente es peligrosa.
Al hacer la pregunta, un alumno de 15 años respondió a la profesora “Yo quiero traficar droga porque mi madre pasa hambre”. Él quería emplearse como “vendedor”, aquél que entrega la mercadería al cliente. El que se lleva el primer tiro. Era la única forma de ganar dinero que, juzgaba, estaba a su alcance. Si fuese una clase convencional se podría imaginar las reacciones de la profesora en dos extremos: en uno la profesora consideraría aquello como una simple delincuencia. En el otro tal vez dijese (como hacen muchos en este Brasil): “voy a ir a su casa a ayudarlos”. Y continuaría en su aula explicando cómo se calcula una raíz cuadrada. Pero aquélla era “la clase de los sueños”, como la bautizaron los alumnos. No había como huir.
Pues bien los colegas “entraron” en el sueño del niño, porque allí había otro sueño común: conocer una pileta de natación. Si el problema era un plato de comida, habría otra forma de conseguirlo. Y ellos la encontraron. Decidieron crear una empresa de artículos de limpieza.
Nació “Tá Limpo”, con logotipo, carpetas y seis productos. Crearon una pequeña fábrica, reciclando botellas de 2 litros. La profesora de ciencias les dio las fórmulas de los productos. Esto comenzó en agosto de 2002. En noviembre los alumnos mostraron sus fotos en la pileta de natación de un club. El adolescente no entró en el tráfico de drogas y a partir de entonces su madre tiene tres platos de comida por día.
Al saber de la iniciativa de los alumnos, la administración de la Intendencia de Belo Horizonte se predispuso a buscar caminos para comprar productos “Tá Limpio” para el uso en sus propias escuelas. Hoy hay una cooperativa en aquella escuela, que incluye personas de la ciudad.
Noten que el estímulo no fue: “abran una empresa”. Fue algo diferente, dirigido a la emoción de aquellos niños dependientes, y los transformó en ciudadanos “¿cuál es su sueño?”. Con esto ellos se sintieron autores, su autoestima renació. Emprendieron la búsqueda de una solución.
Éste es uno de cientos de casos que he visto. Son todos diferentes, no es posible establecer una regla. Pero es evidente que el camino está en desarrollar la dignidad y la autoestima de las personas. Y derribar el mito de que el emprender es cosa de ricos.
Fuente: Fernando Dolabela: Creador de los mayores programas de educación emprendedora en Brasil, para universitarios y educación básica.

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